Ahora los epitafios, esos adioses en letras que grabamos en nuestras lápidas, tienen pinta de pajarillo azul antes de echar a volar para “sentarse a la derecha del padre” (ver Padre Nuestro). Sí, porque una empresa avispada llamada Tweet Hearafter (tuit en la otra vida) recopila los últimos mensajes de los tuiteros difuntos. Así, pueden estremecernos con un "¿Qué sorpresa guardas para tu amor?", firmado por la malograda novia de Pistorius, la víspera de San Valentín y de su asesinato, al parecer, por “sorpresón” de su detallista enamorado.
También puede que nos topemos con un escalofriante mensaje como el del piloto de motos, el argentino Jorge Andrés Martínez Boero (Beta), de 38 años, quien murió al sufrir un accidente en el kilómetro 55 de la primera etapa del Dakar en enero de 2012. "Felicidades a todos. Muchísimas gracias por los mensajes voy a dar todo, lo que no mata fortalece", escribió Boero en su Twitter. Como agencia de social media es una herramienta que nos llama la atención.
Desde luego resulta espeluznante el humor que se gasta el diablillo de los tuits y a muchos, al leer este artículo, les acometerá el deseo de quedarse calladitos de vez en cuando, sólo por precaución “tuitera” e instinto de conservación. Lo cierto es que dicha empresa ha sabido ponerse a la altura del momento 2.0: "Esos mensajes existirán mucho tiempo después de que nos hayamos ido, y lo que dicen de nosotros puede, o no puede, tener mucho que ver con la vida que llevamos", explicaron sus ideólogos en la presentación del proyecto, que ya ha recopilado medio centenar de tuits premortuorios.
Por supuesto, la recién estrenada empresa es consciente de que su sector requiere sensibilidad. De modo que se han comprometido a no publicar nunca mensajes de niños ni tuits privados y que retirarán cualquier mensaje a petición de la familia del fallecido.
De este modo, surge una empresa capaz de rentabilizar nuestra curiosidad por los tuits de los famosos que se suma al raro mercado del social media post mortem. No en vano, a finales de 2012 Cementerios de Barcelona lanzó un extraño producto: lápidas con códigos QR para conocer al “residente” del nicho. “Se trata de un paso más en la integración de las nuevas tecnologías para la preservación de la memoria de los difuntos”, comentó en su día el director general, Jordi Valmaña. ¿Qué os parece? Suponemos que si uno es un Jim Morrison enterrado en un Perè Lachaise cualquiera la idea es excelente; pues no sería más que “info” sobre el monumento en cuestión, ¿verdad? Pero en fin, a veces uno prefiere morirse a la vieja usanza; pues a los que uno quiso no necesitan tuits manufacturados, ni códigos QR para que le recuerden. Decid que sí, por favor.